Cuando se percibe el color de las cosas con la sensibilidad que el alma permite, ¡ha nacido el artista! Desde muy temprana edad mi regocijo era total cuando contemplaba mi entorno natural. Mi memoria anida esas imágenes de árboles, aves y toda la miríada de animales que allí habitaban, que ahora tengo el placer de plasmarlos sobre los blancos lienzos. Mi técnica se ha ido depurando poco a poco en esa conexión inevitable con la memoria. Así, mi oficio de pintor ha crecido, sin decir con eso que ha llegado a la perfección. Siempre falta aprender más.